jueves, 23 de julio de 2015

Di no a los consejos

¿Cuántos consejos damos y recibimos a lo largo de nuestra vida? La respuesta es sencilla, demasiados. Tenemos una especie de necesidad que irrefrenable de aconsejar y pedir consejo. Cuando alguien nos cuenta algún problema, tenemos una voz interior que nos grita la solución y el camino que tiene que buscar la otra persona. Y cuando el problema es nuestro muchas veces buscamos que alguien nos diga qué hacer.

Basta ya de aconsejar y pedir consejo. Una de las conductas que se denominan "asesinas de la comunicación" es precisamente el aconsejar. Elaborar ese consejo nos distrae, nos crea ruido interior y no nos permite escuchar bien a quien nos está hablando. Además, el receptor del consejo puede sentirse violento o incómodo y que se le pasen por la cabeza cosas del estilo de "¿quién eres tú para decirme lo que tengo que hacer?, no quiero que me soluciones nada, sólo que me escuches". Cuando alguien nos hable debemos apagar a nuestro consejero interior y simplemente escuchar y tratar de entender a esa persona, usando una palabra técnica, empatizar. 

Tampoco nosotros deberíamos pedir consejo. Cuando pedimos a alguien que nos aconseje estamos desplazando la responsabilidad de nuestras decisiones a esa otra persona, le estamos lanzando el problema y la carga asociada a las consecuencias, si "la cosa sale bien" todo será fenomenal y comeremos perdices, pero en caso contrario la culpa será de otro y "estoy fatal porque tú me dijiste que hiciera esto, ¿cómo me has podido hacer esto a mí?" 

Rompamos con esa tendencia. Cuando nos hablen simplemente tenemos que escuchar y si nos piden consejo "mordernos la lengua", en lugar saltar con un "yo en tu lugar...", preguntar "¿qué has pensado hacer?, ¿qué opciones se te ocurren?, ¿cómo te sentirías mejor?, ¿has pensado en...?" La pregunta es nuestra mejor aliada, nos ayuda a pensar, organizarnos y tomar decisiones libre y responsablemente. 

¡¡Feliz día!!

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