jueves, 6 de agosto de 2015

La obligatoriedad disfrazada de voluntariedad


Se necesitan voluntarios para hacer algo, si os ofrecéis libremente, perfecto, si no.... ateneos a las consecuencias. El caso del voluntario forzoso es un clásico en nuestras aulas y centros de trabajo, utilizado desde tiempos inmemoriales para dar el aspecto de libertad de elección cuando no existe tal.

Te dan la opción de hacer algo o no hacerlo, te dicen "eres responsable de tu elecciones y no estoy aquí para obligar a nadie". Pero luego, cuando alguien toma la decisión de no participar, se le acusa de pasivo, de "estar puesto por el ayuntamiento", de estar perdiendo el tiempo. Quien recibe ese mensaje, que muchas veces es lanzado en público, se siente en ocasiones humillado, culpable de su elección y, en otras, frustrado y enojado por haber sido despojado de su libre albedrío, de su autonomía de la voluntad. En cualquier caso, tendrá un sentimiento de profunda vergüenza cuando la recriminación se haga en un foro público.

Las justificaciones para este acto contrario a la libertad individual son de lo más variopinto, el bien común, la solidaridad con el grupo, tu propio crecimiento individual al participar... 

Yo digo, es nuestra vida, es nuestro tiempo y si nos han dado la oportunidad de elegir ahora no pueden dar marcha atrás, si nos dan un derecho no nos lo pueden arrebatar alegremente. Si somos mayores para tomar nuestras decisiones, somos suficientemente mayores para asumir las consecuencias también. 

A los niños muchas veces los padres les dan falsas opciones, de forma que elijan sólo lo que los adultos quieren, es una forma de llevarles de la mano pero haciéndoles sentir autónomos. Superada esta fase de la infancia, todas nuestras elecciones tendrían que ser plenas. Si nos dan la posibilidad de hacer o no hacer, cualquiera que sea nuestra decisión, tendría que ser siempre válida y respetada. Por eso, cuando nos arrebaten nuestro derecho a decidir, en lugar de "pasar un mal rato" deberíamos exponer claramente que nuestra decisión debería ser respetada desde el momento en que se nos dejó elegir, y que si las opciones eran meramente ilusorias no debieron ser dadas. Hay que vencer el miedo a "plantarse", a defender nuestros derechos y decisiones. Además, esta defensa no tiene por qué implicar una discusión; si elegimos las palabras y el tono adecuados, nuestro mensaje llegará alto y claro pero sin ser hiriente o agresivo. 

¡Feliz día!

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