lunes, 31 de agosto de 2015

Ladrones de autoestima

"Deja que te ayude", "Quita, que ya lo hago yo", "Déjame a mí que voy más rápido"... Esto lo hemos oído millones de veces, y seguramente también lo habremos dicho otras tantas. Tenemos una tendencia, en ocasiones malsana, a querer ayudar, un pequeño complejo de salvadores, "qué iba a ser de ti sin mi ayuda". Esto nos sirve para sentirnos útiles, creemos saber hacer las cosas mejor que otros y por eso los ayudamos; nos alimenta el ego, somos importantes y obtenemos reconocimiento. Incluso aunque no nos lo reconozcan, la idea de que hemos de sacrificarnos por los demás sin esperar nada a cambio está grabada casi a fuego en muchas de nuestras generaciones, esto es un valle de lágrimas y tenemos que resignarnos para obtener un premio mayor en la próxima vida. 

Pero, ¿cuál es el precio de esta ayuda a toda costa? Uno muy alto. Por un lado, el anteponer a los demás siempre a nosotros mismos nos consume, ya hemos hablado de ello con anterioridad. Nunca hay que olvidar que nuestra felicidad cuenta y mucho.

Por otro lado, de alguna forma estamos anulando, menospreciando a la persona a la que forzamos a recibir nuestra ayuda. ¿Cómo es posible menospreciarla si nuestra intención es la contraria? Imaginad que quereis subir al monte, os poneis a caminar y de pronto aparece alguien con un coche y os dice que os subáis, que os llevan para que no tengáis que andar... "anda sube que ya te llevo yo que eso es mucho caminar y te vas a cansar o lo mismo te quedas a medio camino". El mensaje que llega, aunque tengamos buena voluntad, es "no creo que lo puedas conseguir así que lo hago yo por ti". Y si esto lo hacen cada vez que empiezas tu camino, al final terminas creyendo es que no vales para subir montes.

Tenemos que saber cuándo y cómo ayudar. Si nos encontramos con alguien subiendo un monte, en lugar de subirle a nuestro coche, le podemos preguntar qué tal le va en el camino, si necesita algo y desearle buen viaje. Dejarle que sea él quien nos pida la ayuda y que nos diga exactamente qué necesita de nosotros, tal vez sólo requiera de un poco de agua para seguir avanzando en lugar de sustituir sus pasos por nuestras ruedas. Cuando llegue a la cima del monte dirá, "lo he conseguido he sido capaz de hacer todo el camino" y nos dará las gracias por haberle apoyado en su esfuerzo sin invadir su espacio. Si no llegara al final del viaje, al menos lo habría intentado y podría ver que es lo que falló para evitarlo la próxima vez. En todo caso, siempre va a salir reforzada su autoestima, porque sus logros, grandes o pequeños, le pertenecen, su autonomía está intacta.

Feliz día caminantes 

P.D.: Gracias Elia por darme la idea para esta entrada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario